UNA TAZA DE TÉ
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El estudiante trepó hasta la choza y el maestro le invitó a pasar. La choza estaba escasamente amueblada e inmaculada. El maestro le invitó a sentarse sobre una estera en el suelo y empezó a hervir agua para el té. El estudiante hubo de esperar hasta que el té estuvo listo.
El agua hervía lentamente. El estudiante empezó a impacientarse, deseoso de acabar con los preparativos, hacer su pregunta y obtener la respuesta acerca del verdadero significado del universo. No estaba sediento de té, sino hambriento de una respuesta. Pensó que podía obtenerla así de fácil. Pensó que la respuesta era algo que le podía dar alguien.
Cuanto más se impacientaba, más lentamente hervía el agua. No sólo estaba claro que el estudiante carecía de paciencia, sino que, mientras esperaba, también resultaba palpable que no se hallaba cómodo consigo mismo. Ansiaba que alguna respuesta ofrecida por el maestro le permitiese descansar.
Finalmente, el té estuvo listo. El maestro le ofreció una taza de té y el estudiante tembló a causa de la excitación. Su mente y su cuerpo carecían de estabilidad. De hecho, empezó a tener cada vez más pensamientos sobre preguntas adicionales que pretendía hacerle al maestro una vez que le hubiese contestado a la primera.
El maestro empezó a servir el té, hasta el borde de la taza. Una vez que el té llegó al borde, el maestro siguió vertiendo té, de manera que el té caliente empezó a derramarse, cayendo sobre las manos temblorosas del estudiante.
- Pero ¿ qué está haciendo ?- gritó el estudiante.
- Pero ¿ qué estás haciendo ?- contestó el maestro.- Al igual que esta taza de té, tú también estás lleno de ti mismo, de opiniones, deseos, preguntas y fantasías. ¿ Cómo puedes recibir nada de mí con una taza tan llena? Si quieres recibir alguna enseñanza, primero debes vaciar tu taza.
Cuento recogido de "Sabiduría zen para la vida cotidiana" ( Brenda Shoshanna)
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